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Mostrando las entradas etiquetadas como Cuentos para leer II-A

Cuentos para leer II-A

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El cochino y el asno. Para leer

Cuentos para leer II-A. Un hombre tenía un cochino y un asno y los dos vivían juntos en la granja. Pero el cochino siempre estaba presumiendo frente al asno, porque pensaba que su amo le trataba siempre mucho mejor y que era, por tanto, el favorito. – La verdad, asno-le decía el cochino al asno constantemente- Es que nuestro amo me quiere más a mí. Y si no, fíjate: a mí me da mucha más comida, y no me impone ningún trabajo. Me paso el día retozando al sol. Y tú… mírate… Te pasas el día cargando leña, y apenas te queda tiempo para descansar. Debo de darte mucha envidia…  Y la verdad es que el asno estaba triste, porque en el fondo pensaba que el cochino tenía razón.  Pero un día escuchó los chillidos del cerdo, y al acercarse horas después a la casa, vio cómo su amo se comía al cochino. Entonces, el asno pensó:  – Pues menos mal que mi amo me necesita para trabajar y gracias a los paseos que doy cargando la leña, no se acumula nada de grasa en mi cuerpo… así evito que mi a...

El león y el toro. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Pensó el león en capturar a un toro para darse un gran festín. Pero, ¿cómo hacerlo, con lo grande y fuerte que era?  – Usaré el ingenio- se dijo el león.  Así que preparó una enorme fuente y un gran asador y fue a buscar al toro. En cuanto el corpulento animal estuviera cerca del asador, ¡zas! ¡Se lanzaría a por él!. El león lo tenía todo preparado…  – Amigo toro, he cazado un carnero muy grande y he pensado en compartirlo contigo. Ya está todo listo, así que solo tendrás que acompañarme. ¿Qué me dices?  El toro, un tanto extrañado, pensó sin embargo que no podía rechazar algo así, así que siguió al león hasta su guarida, pero al asomarse a la puerta, y ver las enormes fuentes y el asador sin el carnero, salió corriendo.  – Pero toro, ¿por qué te vas así, sin acompañarme en el banquete? - gritó el león.  – Porque todos los preparativos que has hecho no son para el cuerpo de un carnero, sino para el de un toro- respondió ya desd...

La urraca y la mona. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Se acercó un día una presumida y vanidosa urraca a una mona y le dijo:  – Oye, mona, ¿sabes todas las joyas y alhajas que guardo en mi escondite? Sin duda, soy la más rica. Si quieres, ven conmigo y te lo enseño.  La mona, por no hacer un desprecio a la urraca, decidió seguirla. Llegaron hasta un árbol con un profundo agujero, y una a una, la urraca fue sacando de su escondite todo tipo de joyas: collares de perlas, anillos de piedras preciosas, cadenas de oro… Todo muy brillante y por supuesto, espectacular. Al final consiguió formar un buen montón de alhajas.  – ¡Fíjate qué gran tesoro! ¿No me envidias? - preguntó la urraca a la mona.  – ¿Envidiarte yo por esto? Y para qué quieres tanto lujo si no vas a utilizarlo. Mira, yo no acumulo joyas, sino que tengo una buena mandíbula para comer lo que necesito, y una despensa con las mejores provisiones: cacahuetes, avellanas, pan… De todo esto voy rellenando y vigilo bien para que nunca me f...

Demasiados senderos. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Hace muchos años, un humilde ganadero chino perdió una oveja, y pidió a todos los vecinos que le ayudaran a encontrarla, incluido Zang Yi, un maestro muy famoso del lugar al que acudían cada año muchos estudiantes.  El maestro, le preguntó:  – ¿Tantas personas necesitas para encontrar la oveja?  – Sí, y muchas más… porque en la montaña hay muchos senderos, y no sé por cuál se habrá ido mi oveja…  El maestro asintió y se retiró. Esa misma noche regresaron todos después de una intensa búsqueda, y Zang Yi, salió presuroso a preguntar: – ¿Y qué? ¿Encontraste la oveja? - le dijo a su vecino.  – No, que va… No la encontramos- respondió él, muy triste.  – ¿Y por qué no la encontrasteis? - preguntó de nuevo.  – Porque son demasiados senderos…Y uno conduce a otro. Imposible encontrar mi oveja. - respondió el hombre.  Desde ese instante, el sabio Zang Yi se mostró muy pensativo y hasta dejó de sonreír. No quería hablar con nadi...

El arquero y la luna. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Cuentan que un día, el mejor arquero del mundo, recibió la visita de un joven que deseaba convertirse en un arquero tan bueno como él.  – Maestro- le dijo- ¿Qué puedo hacer para convertirme en el mejor arquero del mundo?  El hombre, ya mayor, le dijo:  – En el momento en el que consigas llegar a la luna con una de tus flechas, te habrás convertido en el mejor arquero del planeta, ya que todos se asombrarán ante tal logro.  El joven arquero agachó la cabeza y asintió, aunque un poco preocupado… ¿cómo conseguiría llegar con una de sus flechas hasta tan lejos? Sin embargo, lejos de asimilar su derrota, el joven arquero comenzó a practicar con su arco cada noche.  Disparaba desde lo alto de una colina a la luna cada día. A la luna llena, crecida o menguante. Todos le observaban entre obnubilados y burlones. Comenzaron a llamarle ‘el loco de la luna’.  Pero él no se rendía, y seguía cada noche disparando a la luna. Años después, reg...

La mariposa azul. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Cuentan que hace mucho tiempo, en el lejano oriente, un hombre quedó viudo, y tuvo que quedarse al cuidado de sus dos hijas pequeñas. Las niñas eran muy inteligentes y curiosas. De hecho, estaban constantemente preguntando cosas a su padre. Y él respondía con mucha paciencia. Pero llegó un día en el que el padre de las niñas se vio incapaz de responder a las complejas preguntas de sus hijas, y decidió enviarlas una temporada con el hombre más sabio del lugar, un anciano maestro que vivía en lo alto de una gran montaña. Las niñas preguntaron al sabio muchísimas cosas, y él parecía tener respuesta para todo. ‘¿Por qué las estrellas no se caen?, ¿y por qué el mar viene y va?, ¿por qué no vemos la luna por el día?’…  Y él, con una bondadosa sonrisa, respondía con calma a cada una de las preguntas. Las niñas estaban sorprendidas… ¡no podía ser que lo supiera todo! Tal es así, que una de las hermanas, deseosa de dejar al anciano sin respuestas, le propuso a ...

La taza de té vacía. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Un profesor muy conocido y reconocido, visitó un día a un maestro zen. El profesor quería aprender conocimiento zen, pero en cuanto el maestro le abrió la puerta, el profesor comenzó a hablarle de todo lo que él ya sabía.  El maestro escuchaba atento y el profesor no dejaba de hablar, intentando deslumbrar al maestro con sus ‘supuestos’ conocimientos.  – ¿Y si tomamos el té? - propuso el maestro zen.  – ¡Oh, sí! ¡Fantástico! - respondió el profesor.  Ambos se sentaron junto a una mesita. El maestro comenzó a llenar la taza del profesor y cuando estaba casi llena, no paró, de forma que el té comenzó a salirse de la taza y a llenar el platito que tenía debajo.  – ¡Para! - gritó entonces el profesor- ¡La taza ya está llena y el té se desborda!  Entonces, el maestro dijo muy sereno:  – Igual que esta taza eres tú. ¿Cómo quieres que te enseñe zen si estás lleno de ideas confusas y prejuicios? Primero tendrás que vaciarte de ell...

El helecho y el bambú. Para leer

 Cuentos para leer II-A. Un humilde carpintero, Kishiro, vivía feliz con su trabajo y su familia. Tenía una mujer y dos hijos y las cosas no le iban nada mal. Pero el negocio entró en una mala racha y el hombre comenzó a ganar mucho menos dinero.  Empezaron los problemas económicos y luego éstos se trasladaron a la familia. Hasta el punto, que Kishiro entró en una depresión. No era capaz de ver la salida. Lo intentó todo, cambió la forma de su negocio, pero no había manera… las cosas seguían sin funcionar.  Desesperado, Kishiro atravesó el bosque en busca de ayuda, la de un anciano sabio que vivía en una humilde casa de madera. Allí, el anciano escuchó muy atento las lamentaciones y problemas de Kishiro, con un té caliente entre las manos. Cuando Kishiro terminó de hablar, el sabio se levantó y le pidió que le siguiera a la parte trasera de la casa.  El anciano maestro le mostró a Kishiro dos plantas que él mismo había plantado en medio de una explanada: un helecho y...