Cuentos para leer III-B.
Esta carta se escribió en 1830. Sin embargo, casi 200 años después, su contenido sigue teniendo la misma validez y utilidad que entonces. Nada de lo que dice nos suena antiguo, ni demasiado lejano. Porque las lecciones a las que hace referencia, son pilares básicos e inamovibles. La calidad del texto, a la hora de mencionar los valores más importantes en los hombres, hace que sea especialmente valiosa.
Dice así:
«Querido profesor, mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son sinceros.
Enséñele que por cada villano hay un héroe, y por cada egoísta, alguien generoso.
Enséñele que por cada enemigo hay un amigo, que es mejor obtener una moneda ganada con sudor que una moneda robada. Aléjelo de la envidia y si puede, que conozca el secreto y la alegría de la risa tranquila.
Enséñele a perder, pero también a aprender a disfrutar correctamente de la victoria. Enséñele a maravillarse con los libros, pero deje que él también aprenda con los pájaros del cielo, con las flores en el campo, con las maravillosas vistas de valles y montañas.
En las bromas con los amigos, explíquele que más vale una derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Enséñele a creer en sí mismo, incluso si está solo frente al mundo. Enséñele a ser bueno con los gentiles y a ser duro con los déspotas, enséñele que nunca debe entrar en un tren solo porque otros lo hicieron antes.
Enséñele a escuchar a todos, pero a la hora de la verdad, que pueda decidir por sí mismo; enseñarle a reír cuando esté triste y explíquele que, a veces, los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar los gritos de la multitud que solo reclaman derechos sin pagar el costo de sus obligaciones.
Trátelo bien, pero no lo mime ni lo adule en demasía, ya que solo en la prueba de fuego se sabe si el acero es real. Déjelo tener el coraje de ser impaciente y a tener coraje con paciencia, constancia y sobriedad.
Transmítale una fe sublime y sólida en el Creador y en sí mismo, porque solo entonces podrá tener fe en los hombres.
Reflexiones.
Cuando se escribieron estas líneas, Abraham Lincoln aún no era presidente de los Estados Unidos, ni había entrado en la Cámara de Representantes, lo haría en 1846.
Fue decimosexto presidente de los Estados Unidos, desde 1861 a 1865, nos dejó numerosas cartas muy famosas. Hace tiempo se hizo viral una carta de Abraham Lincoln al maestro de su hijo, en donde supuestamente resume todo lo que desea que le enseñe el maestro a su hijo en el colegio, pero esta carta es falsa.
Según consta fue escrita en 1830. Abraham Lincoln tenía por entonces 21 años y aún no se había casado, se casó en 1842, ni mucho menos tenía ningún hijo, el primero de cuatro, Robert, nació en 1843. Esta carta no salió de sus manos, pero sí es muy valiosa y aun así merece la pena leerla. Sus valores y lo que dice, ciertamente sí se podría entender como uno de los discursos del presidente estadounidense. Aunque no la escribiera él, esta carta es una auténtica joya.
Se cree que en realidad fue escrita por profesores de Nueva Delhi (India). Su valor es inmenso, y nos transmite lo siguiente:El valor de la honestidad: Lo primero que trata es de la justicia y la sinceridad. Ser justo y sincero hace de una persona que sea honesta y, por lo tanto, confiable. Nadie querrá permanecer mucho tiempo cerca de alguien que no es justo, que no es sincero o que traiciona sus propios ideales. El mundo está repleto de personas sin valores: Ya en la primera línea de esta carta, lo primero que se pide al maestro es que no se oculte la realidad a los niños, que no se pinte un mundo ideal, sino que puedan entender que no todas las personas respetan los valores esenciales. Que en la vida conocerán a muchos mentirosos, a personas sin escrúpulos, a personas deshonestas y sin principios. Deben de estar preparados para ello para saber identificarlos y defenderse y alejarse de ellos. La envidia, ese terrible mal: Uno de los principales defectos del ser humano es la envidia, esa emoción negativa que nos lleva a la frustración, el autoengaño y el deseo de hacer mal a otros. Un mal que esta carta recalca, con una petición expresa para que el maestro enseñe a los niños a mantenerse alejados de ella. «Debemos aprender a alejarnos del envidioso, que solo busca el mal en los demás para intentar calmar su frustración ante su mediocridad».La apuesta por el esfuerzo: Esta carta también recuerda la importancia de inculcar este valor, el del esfuerzo, desde pequeños. No vale lo mismo una moneda ganada con el sudor de la frente que una moneda encontrada o robada. Y es cierto. Puede que la moneda sea idéntica a otros ojos, pero a los ojos de uno mismo, la primera vale cien veces más. El esfuerzo es el valor que nos mueve a superarnos y a disfrutar de la meta conquistada. Un valor que demuestra que podemos conseguir todo lo que queramos. «El esfuerzo es el valor que nos mueve a superarnos y a avanzar en la vida»El valor de la belleza de la Vida: Aunque en la carta se habla de la importancia de los libros, la lectura, el arte… no se pasa por alto el tremendo valor de las cosas más simples que nos fueron regaladas. La Naturaleza, con el sol, la luna o los árboles, las montañas, los animales. Son bienes que pertenecen a la Humanidad en conjunto y cuya belleza nunca debería dejar de sorprendernos.Aprender a ganar y a perder: En esta carta también se comenta que tan importante es aprender a perder y a levantar la cabeza en las caídas, como aprender a ganar con humildad y respeto frente a los demás. El respeto y la tolerancia, el aprender a escuchar a los demás, también aparece varias veces a lo largo de este texto.Decidir por uno mismo: La capacidad de decisión, de análisis y de independencia frente a las opiniones ajenas es muy importante para conseguir una población inteligente y crítica con lo que le rodea. No dejarse llevar por las opiniones de la masa y aprender a razonar por uno mismo, es esencial. «Debemos aprender a escuchar a los demás y mantener la capacidad de decidir por nosotros mismos»
¡Feliz día!