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La tortuga Manuelita. Para leer.

 Cuentos para leer V-B.

Manuelita era una tortuga encantadora, pero tenía un pequeño defecto: se enfadaba con facilidad, y cuando se enfadaba, se ponía tan nerviosa que comenzaba a gritar y a patalear sin parar. Ella lo pasaba muy mal, y el resto no sabía cómo ayudarla. 

Manuelita cuando se enfadaba era capaz de hacer cosas que no quería, como romper papeles en medio de la clase o incluso intentar pegar a alguno de sus compañeros. Luego se arrepentía mucho, pero no era capaz de encontrar la solución.


Así que, a Manuelita, cada vez le costaba más ir al colegio, y su rabia crecía y crecía sin control. 

También le pasaba en su casa, con sus padres. Hasta que un día, les visitó su querida abuela Margarita, que llevaba mucho tiempo sin verla. A Manuelita le encantaba hablar con su abuela. Era muy vieja y sabía muchas cosas. Y su abuela, que notó que Manuelita estaba un poco tristona, le preguntó y la tortuga le explicó lo que pasaba, y su abuela, le dijo con dulzura: 

– ¡Ah! ¿Es eso? Pues tienes suerte, porque la solución a tus problemas la llevas encima. 

– ¿Encima? ¿Cómo que encima? - contestó extrañada Manuelita- ¡Yo no veo nada! 

– Claro que lo ves: es tu caparazón.


Manuelita miró a su abuela con algunas dudas: 

– ¿Mi caparazón? ¿Y qué tiene que ver? No lo entiendo… 

– Muy fácil, Manuelita- dijo entonces su abuela– Cada vez que te enfades, solo tienes que meterte dentro del caparazón y contar hasta diez. Cuando salgas, las cosas te parecerán diferentes y notarás que tu enfado es menor. 

– ¿En serio? - contestó con los ojos muy abiertos la tortuga. 

Estaba realmente impresionada. Deseaba probar la técnica de su abuela, porque todos los consejos que le había dado hasta ese momento… ¡habían sido fantásticos!

Al día siguiente, Manuelita fue algo más contenta al colegio. Estaba un poco nerviosa, pero esperaba poder controlar su enfado gracias a la técnica de su abuela.

Y el momento llegó en la clase de gimnasia: una de sus compañeras le lanzó la pelota con tan mala suerte que le dio en la cabeza. Manuelita se enfadó muchísimo. Estaba taaan enfadadaaa que deseaba insultar a su compañera. Pero entonces recordó lo que le dijo su abuela, y decidió meterse en el caparazón. Allí, refugiada y a oscuras, comenzó a contar despacito: 

– Unooo, doooos, tres…. 

Y cuando Manuelita llegó a diez, sacó la cabeza y sintió que se sentía muchísimo mejor. Al fin y al cabo, su compañera no había querido darle ‘a posta’, sino que había sido un accidente. Ahora lo veía todo mucho más claro. 

– No te preocupes, Clotilde, que sé que no lo hiciste a propósito- dijo Manuelita. 

Sus compañeros de clase y la profesora se quedaron asombrados, e incluso, la aplaudieron. ¡Manuelita ya era capaz de controlar sus enfados!

Reflexiones.

Este bonito cuento nos hace reflexionar sobre:

Todos sentimos ira alguna vez: La ira es una emoción básica esencial, que todos sentimos. No es malo sentir rabia, pero sí debemos aprender a gestionar esta emoción para que no llegue a dominarnos. 

Para deshacerse de la ira debes hacer los siguiente: cada vez que se sienta muy enfadado, debes pensar que eres como la tortuga Manuelita, y que tiene un caparazón para esconderse y contar. Si consigue imaginarse dentro del caparazón y contar despacio hasta diez, notará que su rabia se desvanece poco a poco, ya que se centra en otra cosa y el motivo de la rabia pasa a un segundo plano. 

¡Feliz día!

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