Cuentos para leer III-B.
¡Feliz día!
Observaba un joven desde un puente, con mirada afligida, a un grupo de pescadores. Poco a poco, sus cestas se iban llenando de peces.
– ¡Ojalá tuviera yo esa cesta llena de peces! Podría venderlos en el mercado y comprar más alimentos con el dinero que me dieran por ellos…
Entonces, preguntó a uno de ellos:
– ¿Cuántos peces llevas?
– ¡48! - gritó el pescador desde el embarcadero.
El joven comenzó a soñar con todo lo que podía conseguir con tantos peces…
– Si fueran míos, sería feliz, porque podría venderlos para conseguir más comida- respondió el joven en voz alta.
El viejo pescador se acercó a él entonces y le dijo:
– Yo te daré esta misma cantidad de peces si me haces un favor… Debo ir al pueblo a hacer un recado. Solo tienes que quedarte aquí sujetando bien la caña y sacando los peces que vayan picando…
El joven acepto con gusto y se instaló en el lugar del pescador. Comenzó a pasar el tiempo, más del que imaginaba él. El joven, que empezaba a impacientarse y a cansarse un poco de pescar, cambió de actitud al comprobar que los peces empezaban a picar.
¡Qué contento se puso! No dejaba de sacar peces y más peces. Y entonces apareció el anciano. Miró el cesto y sonrió con satisfacción:
– Veo que lograste todos los peces que ansiabas. Tuyos son, pues yo cumplo mis promesas. Y, además te daré un último consejo: cuando veas a otros conseguir con esfuerzo lo que tanto deseas, no malgastes tu tiempo en ilusiones y deseos… ¡lanza tú mismo el anzuelo y ponte a pescar!
Reflexiones.
Este bonito cuentos nos habla de:
- El valor del esfuerzo y sus recompensas.
- Las fantasías e ilusiones que nos hacen sufrir.
- La paciencia y la perseverancia.
- Los buenos consejos.
- La honestidad: las promesas, se cumplen.
Sin duda, no hay recompensas sin esfuerzo. Sí, a veces la suerte nos sonríe y obtenemos de pronto muchos bienes sin esforzarnos, pero esto no suele ser lo más normal… y por supuesto, todo lo que llega sin esfuerzo no se valora de la misma manera.
La recompensa del esfuerzo es la más dulce. El joven protagonista se pasaba el día observando lo que otros conseguían con su esfuerzo, y deseaba tener lo mismo que tenían ellos, sin darse cuenta de que estaba al alcance de su mano, pero para conseguirlo, más allá de desearlo, debía ponerse ‘manos a la obra’. Todo lo que nos llega a través del esfuerzo ilusiona más, nos llena más y nos hace felices, porque son frutos que recogemos de lo que nosotros mismos invertimos, un reconocimiento a lo que valemos. No es lo mismo que el sentimiento que surge al recibir algo de forma gratuita o inesperada. Por supuesto que ilusiona, claro, pero en el fondo somos conscientes de que es un regalo, no algo que hayamos conseguido nosotros mismos. No enriquece del mismo modo ni acrecienta nuestra autoestima y amor propio.
Hay que tener paciencia y perseverancia para conquistar tus sueños. Las cosas no llegan deprisa, en el primer momento, al primer intento. Para conseguir una meta, es indispensable, además del esfuerzo, grandes dosis de paciencia y perseverancia. El joven protagonista del cuento al principio se impacientaba, al comprobar que pasaba el tiempo y el pescador no regresaba. Cambió al perseverar, al decidir seguir adelante, y al darse cuenta de que comenzaba a recoger los primeros frutos de su esfuerzo.
No imagines, no pierdas el tiempo soñando ni desees… ¡actúa! Por mucho que desees algo, si no actúas, lo más probable es que nunca lo consigas. Antes de perder el tiempo soñando, lo mejor es actuar cuanto antes.
Este relato corto también nos hace reflexionar sobre la honestidad del pescador. Las promesas deben cumplirse para generar confianza en los demás.
¡Feliz día!