Cuentos para leer IV-B.
Descansaba un mono en las ramas de un árbol. Desde allí estaba observando cómo unos pescadores echaban las redes al agua, esperaban un rato y después sacaban un buen número de peces.
– ¡Esto debe ser bastante fácil! - se dijo el mono.
Así que cuando los pescadores se retiraron a descansar un rato, el mono bajó del árbol, tomó las redes e intentó hacer, por imitación, lo mismo que hicieron los hombres.
Agarró bien las redes y tomando carrerilla, de un impulso, las lanzó al río. Pero su destreza no era la que imaginaba y el mono se enredó y terminó cayendo al agua con las redes. Mientras intentaba mantenerse a flote para no ahogarse, se lamentaba diciendo:
– Ay, ¡quién me manda a mí pretender pescar sin antes aprender!
«Quien intenta meterse en temas de los que no sabe ni aprendió, puede terminar metiéndose en un problema»
Reflexiones.
A veces pensamos que somos capaces de cualquier cosa sin necesidad de aprender. Esta fábula corta de Esopo, ‘El mono y los pescadores’, nos advierte del peligro de intentar hacer algo solo por imitación sin haber dedicado el esfuerzo necesario para aprender antes.
Esta fábula nos hace reflexionar sobre:La necesidad de aprender antes de hacer alguna tarea.
El valor del esfuerzo y la perseverancia.
La prudencia y por contra… qué sucede cuando cometemos una imprudencia.
Las consecuencias de nuestros actos.
La vanidad y la prepotencia.
Nuestra prepotencia y vanidad a veces nos lleva a cometer imprudencias como la que cometió el mono en esta historia… ¡pretender hacer una tarea compleja sin aprender antes!: Para saber hacer algo, primero hay que aprender: No nacemos sabiendo. Todo en esta vida lo hemos aprendido. Es cierto que a veces por imitación conseguimos aprender, pero otras tareas más complejas, más relacionadas con una profesión, precisan un aprendizaje, una práctica y un esfuerzo y perseverancia mínimos. El mono intentó pescar sin dar antes ninguna clase práctica. Resultó que no era tan fácil como imaginaba. El desconocimiento nos puede meter en problemas: El mono terminó metido en un gran problema por culpa del desconocimiento. No sabía lanzar las redes y aun así lo intentó, tal vez movido por su vanidad y prepotencia. Sin embargo, la falta de aprendizaje le pasó factura. Y es que al final todos nuestros actos tienen consecuencias. La imprudencia también nos ciega: Si el mono hubiera sido prudente, habría pensado que echar las redes al agua podía tener cierto peligro. Pero se olvidó por completo del valor de la prudencia y todo envalentonado, quiso hacer lo mismo que los hombres sin haber dado ni una clase antes. Al final esa imprudencia, como era lógico, le pasó factura. La prudencia evita que cometamos muchos errores.
¡Feliz día!