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El hombre feliz. Para leer.

Cuentos para leer V-B.

Había una vez un rey muy anciano que enfermó. Era un hombre muy poderoso, y se resistía a morir, así que mandó llamar a los mejores médicos del reino. Como ninguno consiguió dar con el remedio a su mal, ordenó traer médicos de todo el mundo, pero la respuesta siempre era la misma: 

– Es usted muy anciano, majestad, y no hay remedio contra la edad. Morirá en poco tiempo, pero porque su vida llega a su fin. 

El rey, a pesar de todas estas explicaciones, mandó traer a un hombre muy sabio que vivía lejos, en una montaña. Estaba considerado como el hombre más sabio del planeta. Después de hablar un poco con el rey, le dijo: 

– Solo conseguirá curarse si encuentra al hombre más feliz del reino y se pone su camisa. Tendrá que ser aquel que sea feliz con lo que tiene, que no le pida nada a la vida. 

El rey se puso muy contento. ¡Al fin tenía un antídoto! Así que mandó a sus consejeros a buscar a aquel hombre. 


Y ellos encontraron muchos que decían ser ricos y felices, pero cuando les preguntaban si echaban de menos algo, siempre respondían. ¡Nunca estaban del todo satisfechos!

Hasta que una noche, en unas tierras lejanas, los consejeros escucharon a un hombre en un bar dar un golpe en la mesa con una cerveza en la mano y decir: 

– ¡Yo no le pido más a mi vida!

Era un hombre bastante pobre, porque tenía el abrigo remendado y los pantalones raídos, pero sin duda, podía ser el que buscaban. 

– Necesitamos que nos acompañes. El rey te está buscando. Puedes curarle y hacerte muy rico- le dijeron. 

– ¿Rico? Yo ya soy rico y feliz. ¿Para qué viajar tan lejos para salvar a un rey viejo? Estoy bien donde estoy, gracias. 

– No lo has entendido… te hablamos de oro, mucho oro.

Pero no había manera. ¡Imposible sobornar a ese hombre! Definitivamente, era el que buscaban. No había nadie tan feliz con lo que tenía. Así que los consejeros decidieron llevárselo a la fuerza. Le dieron un golpe, lo metieron en un saco y se fueron de vuelta al castillo. 

Cuando lo vio, el rey dijo: 

– ¡Rápido, quitadle la camisa y dádmela para que me cure! 

Pero entonces, los consejeros, al quitarle el abrigo al pobre, solo encontraron un viejo chaleco. 

– Majestad… es tan pobre que no tiene camisa… 

El rey entonces, expulsando un largo gemido, murió. 

Los consejeros se dieron cuenta entonces de lo que el sabio dijo que no existe en el mundo ninguna persona que tenga todo lo que necesita, pero sí lo que desea. También entendieron que ni siquiera los reyes pueden vivir para siempre. 

Reflexiones.

Este maravilloso cuento noruego, ‘El hombre feliz’, nos hace pensar sobre:
  1. Felicidad. 
  2. El valor de la empatía.
  3. Soberbia.
  4. La vida y la muerte.

Es cierto… nunca estamos conformes con lo que tenemos. Siempre queremos más o necesitamos más. Mientras sea así, nunca seremos totalmente felices. 

Quienes tienen bienes materiales, o quieren más o ansían los bienes que no se pueden tocar y no saben cómo conseguir. Quienes no tienen los suficientes bienes materiales, creen ser felices con lo que tienen, pero en realidad esconden una carencia. En esta historia era mucho más feliz el hombre pobre y sin camisa que el rico rey al que no parecía bastarle su riqueza. 

La enfermedad del rey era debida a los muchos años de vida y sus ‘achaques’ eran normales. Para ellos no había ninguna cura. Sin embargo, su verdadera enfermedad tenía que ver con el espíritu: no era capaz de ser feliz, y eso sí era un problema. Deseaba más y más vida porque la que había tenido no le había llenado lo suficiente. La única forma de curar ese mal era ‘ver’ con los ojos de una persona realmente feliz, aquel que no quisiera más, que viviera el presente en plenitud, conformándose con lo que la vida le daba a cada momento. 

La muerte llega para todos, no desperdiciemos la vida. Debemos prestar más atención a los bienes que nos llenan por dentro y no a los bienes materiales que nos aportan una felicidad superflua. Así, cuando la vida llegue a su fin, no sentiremos esa necesidad imperiosa de vivir de nuevo. Aceptaremos el final como aceptamos todo lo demás en la vida. La vida, al fin y al cabo, se trata de una aceptación constante.

¡Feliz día!

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