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Frozen. Para leer.

 Cuentos para leer I-B.

Había una vez, en una lejana región cercana a las montañas, un reino con un precioso palacio gobernado por unos reyes muy buenos y justos. Aquel lugar se llamaba Arendelle.

Los reyes tuvieron una primera hija a la que llamaron Elsa. Era muy rubia, tenía la tez tan blanca como la nieve y los ojos de un azul muy intenso.

Al año siguiente tuvieron otra hija a la que llamaron Anna. Y así, las dos hermanas crecieron juntas durante los primeros años de su vida. Jugaban, se reían, se gastaban bromas. Había mucha complicidad entre ellas, aunque eran muy diferentes: Anna era muy inquieta y traviesa, curiosa e impulsiva. Y Elsa era mucho más tranquila y racional. Ambas hacían un equipo fantástico.

Pero Elsa, según iba creciendo, descubrió que era diferente a su hermana. Tenía ciertos poderes que al principio no era capaz de controlar. Cuando eran niñas, las dos hermanas se divertían gracias a los poderes de Elsa, porque era capaz de crear muñecos de nieve, maravillosas figuras de hielo, pequeños y graciosos copos de nieve… Todo lo podía transformar en hielo o nieve con solo tocarlo con sus manos.

Los padres de las niñas, al ver lo que sucedía con su hija Elsa, le compraron unos guantes y le prohibieron quitárselos. Pero en un descuido, y jugando, Elsa se quitó un guante y lanzó sin querer un rayo de hielo a su hermana. Anna estuvo a punto de morir. Sus padres consiguieron salvarla llevándola a los trolls del bosque. Anna sobrevivió, pero le quedó como recuerdo un mechón blanco en su cabello.

Elsa, al darse cuenta del terrible daño que podía causar en los demás, decidió encerrarse en una habitación y alejarse de su hermana. Anna, no entendía nada, ni sabía por qué su hermana hacía eso. Los trolls, al curarla, habían borrado parte de sus recuerdos, y Anna había olvidado que su hermana podía convertir todo en hielo.

A Anna se le ocurrieron muchas formas de comunicarse con su hermana, mandando mensajes y dibujos por debajo de la puerta, pero no consiguió que abriera la puerta de su habitación.

Las dos hermanas fueron creciendo y de pronto llegó la tragedia: los padres de las niñas murieron en un naufragio, y Elsa tuvo que suceder a su padre en el trono al cumplir los 18 años.

La joven tenía mucho miedo porque se sentía incapaz de controlar sus poderes. Y el día de la coronación tendría que abrir a todos las puertas del castillo.

Anna, por su parte, estaba emocionada. ¡Por fin su hermana iba a salir de su habitación! Estaba tan contenta, que salió a buscar adornos para preparar la mejor fiesta de coronación. Y en su camino conoció a un apuesto príncipe del que supuestamente se enamoró al instante: Hans.


Así que Anna corrió en busca de su hermana para decirle que quería casarse con él. Su hermana se enfadó:

– ¿Cómo vas a casarte con él si no le conoces? - le increpó Elsa.

– Le quiero y es suficiente- respondió su hermana, recordándole de paso lo mal que se lo había hecho pasar al encerrarse en su cuarto durante todo ese tiempo.

Elsa cada vez se puso más nerviosa, y esto hizo que sus poderes se fueran descontrolando más y más, hasta que, por culpa de la furia, ante el desafío de su hermana, lanzó un rayo contra el suelo y todo el castillo y parte del reino se congelaron al instante. Todos la miraron asustados y Anna, al ver lo que era capaz de hacer, al fin comenzó a entender por qué su hermana se había encerrado desde pequeña en su cuarto.

Elsa estaba tan asustada por lo que acababa de hacer, que decidió renunciar al trono y huir del castillo. Se refugió en las montañas, en donde construyó un palacio de hielo para poder expresar sin miedo todo lo que sentía. Sin embargo, en su huida, dejó sumido en el invierno perenne a todo el reino.

Anna, desesperada por recuperar a su hermana y devolver la primavera a Arendelle, dejó el castillo a cargo del príncipe Hans y salió en busca de su hermana. Contaba con la ayuda de un recolector de hielo que conoció por el camino, Kristoff, de su reno Sven y un gracioso e ingenioso muñeco de nieve que Elsa creó en su huida, de nombre Olaf. 

Anna consiguió llegar hasta el Palacio de hielo, e intentó convencer a su hermana para que regresara al castillo, pero Elsa estaba muy asustada, y explotó por culpa del miedo en una batalla de hielo. Uno de los rayos alcanzó el corazón de Anna y éste comenzó a congelarse… Anna recordó lo que los trolls le dijeron de pequeña: ‘solo un acto de amor verdadero podrá salvarla’. Así que su amigo Kristoff pensó que bastaría un beso de Hans, del que ella se creía enamorada.

Pero Hans perseguía otros oscuros objetivos: quedarse con el reino de Arendelle. Llegó acompañado de un gran número de soldados hasta el Palacio de hielo y consiguió atrapar a Elsa. La encerró en el castillo y se negó a besar a Anna, de la que por supuesto, no estaba enamorado.

Elsa consiguió escapar del calabozo, y ya en el exterior, Hans se abalanzó contra ella para matarla, pero Anna se interpuso en su camino para salvarla. La joven Anna se transformó en una figura de hielo y Elsa, al ver que su hermana había sacrificado su vida por ella, comenzó a llorar de forma desconsolada.

El amor de Elsa hacia su hermana hizo que el hielo que la cubría se fuera derritiendo, y Anna volvió a la vida. Un acto de amor verdadero, tal y como estaba anunciado, consiguió salvarle la vida. Y no había mayor amor que el que su hermana sentía por ella.

Elsa al fin entendió todo y descubrió que sí podía controlar sus poderes, con algo de amor, paciencia y práctica. De hecho, consiguió devolver la primavera al reino y todos recuperaron la confianza en ella. Elsa y Anna comenzaron por fin a vivir felices en el castillo de Arendelle.

Este bello cuento sobre el amor entre hermanas basado en la película de Disney, transmite los siguientes valores:
  • El poder del amor verdadero y el vínculo entre hermanos. El amor tiene un poder increíble. Nos dota de una fuerza superior. En este cuento, solo el amor verdadero es capaz de salvar la vida de Anna. Y, además, es un amor que viene de su hermana.Por qué debemos enfrentarnos a nuestros miedos para vencerlos.
  • El amor verdadero es el que se entrega sin pedir nada a cambio.
  • Las apariencias engañan: Anna cree enamorarse del guapísimo Hans, quien se muestra en un principio como un príncipe encantador y amable. Sin embargo, tiene razón su hermana al advertirla que no se deje guiar por las apariencias. De hecho, Hans demostrará que estaba engañando a Anna. Solo la quería utilizarla para quedarse con el trono del reino.

¡Feliz día!



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