Cuentos para leer VII-A.
Bailaba entre todos los animales el mono con tanta gracia, que comenzaron a aplaudirle sin cesar. Era tan simpático que decidieron coronarle rey de todos ellos. Pero la zorra no estaba conforme. Ella creía que no era digno de tal corona. De hecho, se propuso demostrar al resto de animales que el mono no debía ser el rey. Para ello, preparó una trampa: puso un trozo de comida sobre una cepa y después llamó al mono:
– Majestad- dijo la zorra- Encontré un trozo de suculenta carne en el camino y he pensado que es digna de nuestro rey… Pero en lugar de traerla, creo que es más majestuoso que seas tú mismo quien vayas a por ella y así podremos decir que fuiste tú quien la encontró.
– Muchas gracias, zorra– dijo el hambriento mono- Me parece muy generoso por tu parte. Dime dónde está.
La zorra condujo al mono hasta la trampa y el mono rey, sin pensar, se lanzó como loco a por la carne. Y claro, quedó atrapado por la cepa.
La zorra entonces llamó a los animales y dijo señalando al mono:
– Ahí tenéis al tonto de vuestro rey, que es incapaz de pensar antes de actuar. ¿Cómo queréis que nos gobierne?
Nunca te lances a una empresa sin haber reflexionado antes acerca del éxito y la posibilidad del fracaso.
Reflexiones.
Creía el mono que con su simpatía y su gracia podría ser un excelente rey, pero he aquí que llegó la inteligencia para poner las cosas en su sitio.
Todos admiraban la gracia del mono bailando, les parecía un espectáculo hermoso y su habilidad suficiente para demostrar que podía ser un buen rey. Sin embargo no es con gracia ni con habilidad en la danza como se dirige a un grupo. Un líder debe ser, ante todo, inteligente. La inteligencia es superior a la simpatía o la belleza.
La zorra sin embargo demostró ser el animal más inteligente y astuto, dejando en evidencia al mono, incapaz de controlar sus impulsos ante un deseo tan apetecible como el de comerse un buen trozo de carne.
El control de las emociones es esencial: la prudencia es indispensable para nuestra supervivencia, pero para ser prudentes debemos controlar nuestras emociones y usar la cabeza. El mono fue incapaz de controlar sus impulsos y se dejó llevar por sus ansias, sin pensar antes si aquello era seguro o no. Si hubiera sido inteligente, hubiera observado antes muy bien aquel trozo de carne y hubiera visto que debajo había una cepa. Las emociones desbocadas nos meten muchas veces en un buen lío.
«La inteligencia siempre será mayor virtud que la belleza o la simpatía»
¡Feliz día!
