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El tesoro del huerto. Para leer

 Cuentos para leer VII-A.

Había una vez un viejo campesino llamado Cosme, que tenía tres hijos muy holgazanes. Cosme era muy trabajador y todos los días se levantaba muy temprano para trabajar la tierra y dar de comer a los animales.

Pero sus hijos no querían ayudar en nada. Dormían hasta las 12 de la mañana, y por más que el pobre Cosme intentaba que hicieran algo, no había manera.

– ¡Venga, holgazanes! – decía cada día Cosme- ¿Quién me ayuda con el trigo? ¿Y con las gallinas?

Pero nada, por más que lo repetía, una y otra vez, ninguno de sus tres hijos se levantaba a ayudar.

Pasaban los días y Cosme se preocupaba cada vez más. ¿Qué futuro les esperaba a sus hijos si no eran capaces de trabajar el campo, que era lo único que tenían? ¿Cómo saldrían adelante en un futuro cuando él ya no estuviera allí?

Los días siguieron pasando y llegó la época de la siembra. Él ya era mayor y no podía remover todas las hectáreas de tierra él solo, para sembrar el campo, no le daría tiempo. Y si no conseguía sembrar las semillas, no germinarían y no tendría cereales, ni patatas, ni pimientos…

Sus hijos no querían ayudar, así que tuvo que pensar y pensar para dar con una idea realmente brillante. ¡Al fin lo tenía! ¡Ya sabía cómo convencer a sus hijos para que le ayudaran a remover la tierra!

A la mañana siguiente, Cosme reunió a sus hijos en la cocina y les dijo muy serio:

– Hijos míos, ha llegado el momento de que sepáis la verdad. Tengo algo muy importante que contaros…

Los hijos abrieron mucho los ojos y agudizaron los oídos. ¿Qué sería aquello tan importante que su anciano padre tenía que contar? Cosme carraspeó y, después de guardar un momento de silencio, anunció al fin:

– ¡Hay un tesoro escondido en nuestras tierras!

Los hijos exclamaron sorprendidos:

– ¡Pero padre! ¿Por qué no lo has dicho antes? ¡Vamos a buscarlo!

Los tres hijos de Cosme, azadón en mano, se pusieron a remover cada palmo de tierra que rodeaba la casa. Durante todo el día cavaron y cavaron si parar… hasta que, al fin, caída ya la noche, dijeron a su padre:

– ¡No puede ser! ¡Si no hemos encontrado nada! ¡No hay ningún tesoro!

– El tesoro está- dijo Cosme- pero debéis tener paciencia. Seguro que en unos meses aparecerá.

Los hijos, cansados, se fueron a descansar, y su padre, con los primeros rayos de la mañana, comenzó a sembrar la tierra que habían removido con tanto ahínco sus hijos.

La tierra estaba tan bien removida, que aquella primavera, los frutos y verduras que dio su tierra fueron de una calidad extraordinaria. Entonces, una vez que pudo recoger todos los frutos del campo, Cosme volvió a llamar a sus hijos y les mostró las cestas llenas de patatas, cereales, pimientos, verduras… y les dijo:

– ¿Os acordáis del tesoro que andabais buscando hace meses? ¡Aquí lo tenéis!

Los hijos de Cosme vieron los magníficos productos que había dado la tierra y comprendieron lo que su padre quería decirles.

– El tesoro que tenéis frente a vuestros ojos es el fruto de vuestro trabajo y esfuerzo. Es el mejor tesoro, el más precioso que podéis encontrar.

Los hijos de Cosme entendieron la lección, y desde aquel día, comenzaron a trabajar la tierra junto a su padre. Los productos de la familia eran tan buenos que en seguida cobraron mucha fama, y desde entonces no les faltó nunca alimento ni dinero, gracias al trabajo y esfuerzo de todos.

Reflexiones.

Los cuentos entretienen, sin duda, pero la gran ventaja de todos ellos son los valores y el mensaje que transmiten. En esta ocasión, este cuento popular habla del trabajo y el esfuerzo. Es importante esforzarse en cada cosa que hagamos porque a la larga, si se tiene paciencia, se conseguirá recoger un ‘tesoro’, los frutos del trabajo. 

Tuvo que buscar Cosme una solución para que sus hijos le obedecieran y le ayudaran. Habían perdido el respeto hacia él y no querían respetar ciertas normas. Al final los hijos entendieron que lo que su padre les pedía no era por su bien, sino por el bien de ellos mismos. 

Debemos reconocer la importancia de esforzarse y perseverar en cada proyecto o tarea que emprendamos. 

¡Feliz día!

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