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El náufrago. Para leer

 Cuentos para leer V-A.

Cuentan que hace mucho, un lujoso barco de un poderoso ateniense, navegaba por el Mediterráneo cuando una tempestad le sorprendió. 

Las olas golpearon con fuerza el casco de la nave y ésta saltó en mil pedazos justo antes de alcanzar el puerto. 

Todos los tripulantes cayeron al mar y los marineros comenzaron a nadar hacia la orilla. 

Sin embargo, el poderoso ateniense, comenzó a implorar a los dioses: 

– ¡Por favor, gran Atenea… ayúdame! Yo que siempre rezo y cumplo con mis deberes, haz que no muera ahogado y sácame de ésta… 

Entonces se oyó una voz, que no era de los dioses, sino de uno de los marineros, que le gritó desde la orilla: 

– ¡Pide a Atenea si quieres, pero también a tus brazos!

«Está bien que pidas ayuda, pero siempre y cuando pongas de tu parte para intentar salir del problema».

Reflexiones.

No hay que malinterpretar esta fábula, ya que no se trata de despreciar la fe, sino de recordar que somos nosotros, los que debemos intentar solucionar nuestros problemas.

Busca ayuda, pero una vez lo hayas intentado tú. Es muy fácil pedir ayuda a otros para que nos solucionen los problemas. Pero no es justo. Si el problema es nuestro, primero debemos hacer todo lo posible por solucionarlo por nuestros propios medios. 

Es además un principio básico de supervivencia: ‘no esperes a que nadie te saque las castañas del fuego, hazlo tú’. Eso sí, una vez que lo hayas intentado, cuando no veas salida por ningún lado, entonces es el momento de solicitar ayuda. Pero recuerda, primero, ¡inténtalo! 

Una de las causas por las que delegamos algunas tareas en otros, es por comodidad, por pereza. ‘Si me solucionan el problema, ¿para qué me voy a esforzar en intentarlo?’. Esto un gran error. 

Si nos enfrentamos a retos y vemos que somos capaces de solucionar problemas, nuestra autoestima crecerá y tendremos más herramientas en el futuro para solucionar otros problemas se pudieran llegar. 

«El esfuerzo y sus recompensas hacen crecer la autoestima».

¡Feliz día!


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