Cuentos para leer IV.
¡Feliz día!
Cuentan que hace mucho tiempo, en una recóndita región de Nepal, existió un anciano muy pobre. No tenía bienes materiales. Sin embargo, poseía un caballo tan hermoso, que era envidiado por todos.
Nobles y hasta emperadores le ofrecieron una suma inmensa por el caballo, pero él se negaba a venderlo.
– ¿Cómo voy a vender a mi caballo si siento que es parte de mi familia? - decía el anciano a modo de excusa.
Pasó el tiempo y un día, el caballo desapareció del establo. Los vecinos comenzaron a murmurar:
– ¡Viejo tonto! ¡Si hubiera vendido su caballo, no se lo hubieran robado!
– ¡Era una tentación! ¡Han tardado en robarle el caballo!
Las personas tenían muy claro que el animal había sido robado. Sin embargo, el anciano les decía:
– No vayáis tan lejos con vuestros pensamientos… Lo único evidente es que el caballo ya no está en el establo…
A los quince días, el caballo regresó. No había sido robado, sino que se había escapado. Y además regresó acompañad por quince hermosas yeguas.
«No emitas juicios de valor si no tienes pruebas. Solo serán opiniones».
Reflexiones.
Utiliza esta fantástica fábula budista, para reflexionar acerca de:
• Los juicios de valor.
• Los prejuicios.
• La desinformación.
¡Cuánto nos gusta opinar! Nos encanta emitir juicios de valor, aunque no tengamos pruebas. Pensamos que tenemos la razón porque todo parece ‘muy evidente’, y después, nos damos cuenta de que estábamos equivocados:
No valores sin conocer ni tener datos: cuando opinamos sobre un tema sin tener conocimientos, en realidad estamos dando una simple opinión que, al fin y al cabo, carece de valor.
Muchas veces pensamos que tenemos la razón y solo lo creemos sin poder demostrar absolutamente nada de lo que decimos.
En ese caso lo que podemos ofrecer son opiniones subjetivas, nunca razonamientos y juicios.
La mayoría de los juicios sin pruebas están equivocados: sacar conclusiones de algo que parece muy evidente es muy tentador.
Lo más normal ante el hecho de que el caballo que todos envidiaban ya no esté en el establo es pensar que alguien lo robó. Pero a veces las evidencias, por muy claras que sean, están equivocadas.
Lo único verdadero es que el caballo no está, y hasta que no se demuestre lo contrario, el caballo se fue. Tendemos a pensar siempre lo peor cuando deberíamos demostrar la culpabilidad, y no la inocencia.
«Las opiniones que nacen de la intuición nos llevan a cometer errores»
Cuidado con opinar ‘por intuición’: es cierto que el sentido común es buen consejero y que la intuición es un sexto sentido que nos puede ayudar.
Y sí, está el refrán ‘cuando el río suena, agua lleva’, que viene a decir que a veces lo evidente es lo certero. Pero no siempre.
Puede que nuestros prejuicios nos engañen. Y nuestro sentido común, Y hasta la intuición. Porque muchas veces las apariencias engañan.
Confirmemos siempre un dato antes de ofrecerlo como verdadero y recuerda que a la mentira le encanta disfrazarse de verdad.