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Caza. Para leer.

Cuentos para leer VIII-B.

Un día, un duque salió de caza al bosque, acompañado por un séquito de numerosas personas, entre hombres de armas y sirvientes. Entonces se encontraron con un árbol en cuyo tronco había dibujado una diana, con círculos que se estrechaban. En el centro, vio clavada una flecha. El duque se sorprendió y dijo: 


– ¿Quién será el fino arquero que consiguió dar con esta flecha en el blanco de forma tan exacta? ¡Me encantaría conocerle! 

Siguieron caminando algunos kilómetros cuando de pronto se encontraron con un niño pequeño que llevaba en su mano un arco y unas flechas. El duque le preguntó, y el niño reconoció que había sido él el que clavó las flechas en el árbol. 

– ¡Qué maravilla! - exclamó entonces el duque- ¡Con lo pequeño que eres! Pero, espera… ¿No será que te acercaste a la diana para dar en el blanco, no? 

– No, señor- dijo el niño- Lo cierto es que disparé desde bastante lejos. ¡Lo juro! 

– ¡Increíble! - dijo entonces el duque- Desde ahora te admito a mi servicio. Formarás parte de mi séquito de caza. Pero, dime una cosa… ¿cómo has conseguido esa asombrosa puntería?

– Muy fácil- contestó entonces el niño con mucha naturalidad- Primero disparé la flecha y luego pinté la diana alrededor. 


Reflexiones.

En la fábula ‘Caza’, el duque no se lo pensó dos veces y contrató al niño a su servicio de forma inmediata, sin haber probado antes la veracidad de sus palabras. Y es algo que nos sucede muy a menudo: tendemos a tomar decisiones ‘a la ligera’, por una primera impresión o ‘corazonada’. Luego nos arrepentimos, pero la decisión ya está tomada. 

Está claro que los mayores no somos capaces de ver con la simplicidad que lo ven todos los niños. Es más… nos apresuramos a sacar conclusiones con rapidez, sin darnos cuenta de que las apariencias engañan: 

Dirás, ‘si lo que veo parece una mesa, tiene forma de mesa y color de mesa…será una mesa’. Ahí está nuestro error, el de dejarnos engañar por los sentidos y las ‘construcciones’ que nuestro cerebro hace por nosotros. Y a veces lo que parece una mesa no lo es… puede que solo sea un dibujo o quién sabe, quizás una silla con forma de mesa. Las apariencias engañan y nuestro cerebro, deseoso de encontrar al instante una respuesta, también. No olvides nunca dejar un espacio para la duda. ¿Y si no es lo que parece? 

Los niños saben resolver problemas: ¿Que no se clavan las flechas donde yo quiero? Muy fácil: primero disparo la flecha y luego pinto lo que quiera alrededor. Así de simples y sencillas son las soluciones de los niños. No se complican la vida, como solemos hacer los mayores. A veces somos tan ‘cabezotas’ que olvidamos las soluciones más simples. O simplemente, no somos capaces de verlas. 

Recuerda: «Las cosas no son lo que parecen. A veces sacamos conclusiones antes de tiempo»

¡Feliz día!

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