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La hormiga trabajadora. Para leer

 Cuentos narrados III-A.

Había una vez una hormiga muy trabajadora y productiva. Siempre llegaba feliz a su trabajo y se marchaba igual de contenta. 

El jefe de la empresa, un león, estaba encantado con ella. Era sin duda la hormiga más productiva, y eso que trabajaba sin supervisión de ningún tipo. Entonces se le ocurrió lo siguiente: 

– Si esta hormiga trabaja tanto y tan bien sin supervisión… ¡La de trabajo que reportará con un supervisor! 

No se lo pensó más y contrató a una experimentada cucaracha para que supervisara el trabajo de la hormiga. Su misión sería vigilarla y anotar su hora de entrada, de salida, cada vez que paraba… Pero claro, para rellenar luego los informes, la cucaracha tuvo que contratar a una secretaria, una inteligente y trabajadora mariquita. Y también a un experto en informes, una araña muy bien dispuesta. 

Al león jefe le gustaron mucho los informes, y siguió pidiendo más y más datos, así que la cucaracha tuvo que pedir a la empresa que se compraran más ordenadores e impresoras, y contrató a una mosca informática, muy necesaria con tantos informes… 

Y con tantos empleados, al león no le quedó otra que contratar a un gerente, un flamenco jugador de criquet, que lo primero que hizo fue encargar una lujosa silla ergonómica y cambiar el color de la pared de su oficina. 

Por su parte, la hormiga, agobiada con tanta vigilancia, reuniones e informes sobre su trabajo, comenzó a agobiarse, y a llegar menos ilusionada al trabajo. Así que su producción comenzó a bajar. 

El gerente, el flamenco jugador de criquet, convenció a su jefe, el león, de que era necesario estudiar la atmósfera de trabajo para encontrar el origen de esa bajada de productividad de la hormiga. Y entonces el león contrató al mejor: una sabia lechuza que se pasó tres meses estudiando la empresa para terminar diciendo: 

– El problema es que en esta empresa hay demasiados trabajadores. 

¿Y qué hizo el león? Despidió a la hormiga porque, según dijo, estaba desmotivada y con ello, enturbiaba las relaciones y los ánimos del resto de empleados. 

«El exceso de control, genera desmotivación y fracaso».


Reflexiones.

Esta fábula holandesa, de la que se desconoce el autor, nos ofrece una cruda realidad en la que muchas empresas caen. Por intentar exprimir al máximo la productividad de un empleado, terminan desmotivándolo. La escasa visión de los hechos además suele terminar haciendo que sea le trabajador, el menos culpable de la situación, el que tenga que asumir las consecuencias del error del jefe. 

«El control es como la avaricia o el poder, que engendra más y más sed de control».

Lo feliz que era la hormiga sin tanto control. En esta fábula, la clave de todo está en el control. La hormiga trabajaba ilusionada y feliz, sabiendo que hacía muy buen trabajo y que era muy productiva en la empresa. Pero, el león, en lugar de premiarla para garantizar que siguiera motivada e ilusionada, intentó ‘exprimirla’ aún más, y pensó que con control, podría trabajar más y mejor. 

El control que engendra control, aquí en este punto comenzamos a recorrer en una espiral sin final, un bucle que se retroalimenta y a la vez, se autodestruye. Al igual que el poder o la avaricia, el control es como esa bebida que produce más sed. El control precisa de control y éste a su vez, de más control. Cada uno de ellos genera trabajo y más trabajo y precisa nuevos empleados. Todo este peso recae sobre el trabajador por el que se crearon todos estos puestos (la hormiga). Y la pobre hormiga, que acudía feliz al trabajo, empieza a sentir el peso y la presión de tantos trabajadores que la observan, intentan controlar su trabajo e incluso, modificarlo. 

Y paga ‘el pato’ el que menos culpa tiene. Parece absurdo, pero es algo que se produce en muchas empresas sin que se den cuenta. Sobre todo, en empresas pequeñas en donde el jefe se obsesiona con vigilar a sus empleados, pensando que así trabajarán más. Al cabo de un tiempo, siempre sucede lo mismo: despiden al trabajador porque consideran que ya no es el mismo, que está desmotivado. Pero estos jefes, como el león de esta historia, nunca se paran a pensar por qué se desmotivó el trabajador. Nunca reconocerán que fue por su culpa, por esa falta de libertad y a su vez, esa falta de confianza. 

Si algo funciona, no lo cambies. Lo bien que hubieran ido las cosas en la empresa de haber seguido como al principio… Pero el león de esta historia, un mal líder, tomó una mala decisión, y en lugar de culparse de ello al bajar el rendimiento de la hormiga, le echó a ella injustamente una responsabilidad que no era de otro que de él mismo.

¡Feliz día!

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